Luz blanca o un homenaje a Lucía Berlín



Como siempre, te colocan una liga alrededor del brazo izquierdo y la tensan. Te piden cerrar el puño. Te muestran la jeringa esterilizada y nueva. Te preguntan: “¿diabetes?, ¿hipertensión?”. Te muestran su cara de sorpresa cuando dices que eres diabético pero estás joven, no estás obeso, te ves normal. Un haiku que incluya las palabras normal, sano y pretexto. Dices que eres diabético tipo 1. Rellenan la casilla en la computadora. Otro haiku que incluya las palabras sistema, estadística, salud. Insertan la jeringa exactamente en la sangradura; así se le denomina a la parte interna del codo. Cierras los ojos. Sangradura o sangría. En español le llamamos así porque de ahí se extrae la sangre para las muestras médicas. En los libros, se le llama sangría al espacio en blanco entre el margen y donde comienza el texto. Es un descanso visual. No sangra. Cuando buscas sangría en Google te aparecen recetas de cocteles.

Son las 6:25 de la mañana y la sala de espera ya está llena. “Me sorprende ver a tanta gente enferma”, me dice mi madre cuando se acerca para acompañarme al interior del laboratorio. Mi madre fue conmigo ese día. Le pedí que lo hiciera porque me desmayo cada vez que me insertan una aguja en la sangría izquierda del brazo; a pesar de que me inserto en promedio cuatro jeringas al día pero en el estómago, en los brazos, en las piernas. Pero cada ocasión en la que me han insertado agujas en la sangría pierdo la conciencia. Me dicen en Twitter que padezco de “hemotofobia”. Cuando buscas en Google hemotofobia no hay resultados; te muestra los de “homofobia”. La hemotofobia es el miedo incontrolable a ver sangre propia. La homofobia es el rechazo y odio irracional que se tiene hacia la homosexualidad. He padecido ambas. 

¿Por qué a los mexicanos nos gusta tanto hablar? Al lado de mí se sentó una mujer de unos 62 años. Decía las cosas que tantas mujeres mexicanas dicen: “el otro día llegó tarde y no quiso que le calentara tortillas, ni frijoles, ni nada”. Hablaba con su hija, que era más reservada, pero en cuanto había un silencio le preguntaba algo irrelevante de nuevo para reanudar la conversación. La señora entró después de mí al laboratorio en el cubículo contiguo. Escuché su respuesta para que marcaran el sí en la casilla de diabetes. Ella es tipo 2. Sospecho que no le mostraron su cara de sorpresa. La luz es blanca, no es cálida. Son focos largos y delgados conectados a lámparas largas y delgadas que proyectan una luz blanca. Una luz que se inventó para que el único verbo que rodee a quien la mira sea ver. No puede observar, ni escuchar, ni juzgar, ni percibir, ni huir. Solo ver. Llego y me dan el número 026. La fila va en la 002 y solo hay una caja abierta. La gente pobre está acostumbrada a esperar, escribió Lucía Berlín. Qué bueno que soy pobre, me digo, porque falta mucho para que llegue la jeringa a mi sangría. Aunque en realidad yo no soy pobre.

También me dicen en Twitter que viví un evento traumático a los once años cuando me diagnosticaron diabetes tipo 1 y que por eso me desmayo cada vez que voy a sacarme sangre ya que revivo ese capítulo de mi vida. Similar a la gente que le tiene pavor a las vacunas. Nunca había pensado que los antivacunas solo son personas aterradas reunidas bajo el mismo trauma. Me dicen que una terapia conductual me haría bien.

Me desmayé en la clínica de la tía de mi mejor amiga que está en la colonia Guadalupana. Me desmayé varias veces en la que estaba en la esquina de casa de mis padres. Me desmayé en la clínica que estaba en la Ciudad de México en la colonia Condesa o Roma, no me acuerdo. Ya me había desmayado antes en la clínica a la que fui hoy que se llama Salud Digna. ¿Cómo es la salud indigna?

“I found you” de Fred Again. La luz blanca. Es que sí sorprende ver tanta gente enferma haciendo fila tan temprano en los laboratorios de Salud Digna. ¿Por qué queremos estar sanos? Existe una obsesión social por la salud, ¿no? La luz blanca. Respira. La gente está enferma por estar sana todo el tiempo. Como el filósofo español que acabo de leer, Puerto se apellida, que dice que la sociedad mediatizada en la que vivimos tiene un culto al cuerpo tan cabrón que está obsesionada por la salud hasta en la mismísima muerte, “como si no hubiera otro remedio que morir, pero hacerlo todos juntos sanos, en conjunto y en el mismo sanatorio higienizado y ausente de humos”. La luz blanca. ¿Por qué te toca a ti sacarte sangre cada tres meses? Vas a empezar a llorar enfrente de la enfermera en serio son las 6:58 de la mañana, ni siquiera esperaste tanto. Puedes escribir un cuento de las enfermeras que sacan sangre. De cómo se levantan a las 4:52 de la madrugada y toman un camión y llegan a ver cómo hay gente que llora por sacarse sangre. Un cuento que se parezca mucho a los de Lucía Berlín.

Todo eso pensé durante los cuarenta segundos en que me sacaban sangre. 

Hoy no me desmayé. Fue la primera vez desde que soy diabético que no me desmayo.

El resultado de mi hemoglobina glicosilada fue de 5.2. El rango normal es de entre 4.8 y 6.0. El rango de un diabético con buen control es de entre 5.5 y 6.8. Un haiku con las palabras control, desmayo, diabetes.

El control de la diabetes es similar al alcoholismo de Lucía Berlín: un día a la vez.

Comentarios

Entradas populares